Organización Politico-Administrativa.

La mayor autoridad de Tenochtitlán era el Huey tlatoani (Gran orador), quien acumulaba en su persona el poder ejecutivo, legislativo y judicial. También tenía las máximas competencias en el campo religioso, si bien, a diferencia del Inca del Imperio Incaico, sus súbditos no le atribuían carácter divino. El cargo pertenecía a una familia, aunque no pasaba de padre a hijo, sino de hermano a hermano. Cuando fallecía el último hermano vivo, le sucedía uno de los hijos del hermano que reinó en primer lugar.
tlatoani
Tlatoani
El Huey tlatoani contaba con la ayuda del cihuacóatl (Serpiente hembra), un virrey o visir que ejercía la regencia en caso de ausencia o muerte del monarca. El rango de cihuacóati se heredaba y entre sus funciones estaba la de presidir el tribunal más alto o de última instancia, así como la supervisión de los distintos consejos: el militar, el judicial y el económico. Este último consejo, situado en una sala del palacio imperial llamada petlacalco (Casa del cofre), dependía directamente del virrey y se encargaba de todo lo relacionado con la movilización de la mano de obra, los tributos y las obras pú-blicas. Los responsables de las distintas comisiones formaban el Consejo Supremo, organismo que. junto con otros altos dignatarios, constituía el cuerpo electoral encargado de seleccionar al nuevo tlatoani entre los distintos candidatos.
cihuacoatl
cihuacóatl
El imperio se organizó de una forma más simple que el de los incas, ya que, por regla general, los mexicas y sus confederados respetaron la autonomía de los Estados sometídos siempre y cuando se declarasen vasallos suyos, entregasen un fuerte tributo anual y participasen en las guerras del imperio. El gobierno directo sólo se imponía cuando los vencidos se rebelaban. En ese caso, se sustituía al tlatoani local por un gobernador militar de la cultura azteca. Para vigilar la recogida de tributos de las 38 provincias dominadas, que dependía de los gobernantes de la zona, se creó una red de calpixque o recaudadores de tributos, que podían pedir ayuda a las guarniciones militares diseminadas a lo largo y ancho del imperio en caso de peligro.

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