El calendario, herencia de los antiguos habitantes del Altiplano, constaba de dos ciclos: el tonalpohualli(Cuenta de los días) o año ritual de 260 días, y el xihuitl, o año solar de 365.
El primero estaba formado por la unión de una serie de números, del 1 al 13, con otra de 20 signos. Ambas ruedas se combinaban de tal manera que una composición determinada no se repetía hasta que transcurrían 260 jornadas (13×20). El xihuitl tenía 18 meses de 20 días cada uno. Lo que sumaba 360. A esta cantidad se añadía 5 días llamados nemontemi, que se consideraban nefastos. La unión de ambos sistemas permitía numerar los años solares. Las fechas, establecidas según la técnica del tonalpohualli se repetían pasados 52 años. Este período equivalía a nuestro siglo y su final provocaba una gran inquietud, pues la cultura azteca pensaban que la desaparición del mundo sucedería al final de un ciclo de 52 años.
El primero estaba formado por la unión de una serie de números, del 1 al 13, con otra de 20 signos. Ambas ruedas se combinaban de tal manera que una composición determinada no se repetía hasta que transcurrían 260 jornadas (13×20). El xihuitl tenía 18 meses de 20 días cada uno. Lo que sumaba 360. A esta cantidad se añadía 5 días llamados nemontemi, que se consideraban nefastos. La unión de ambos sistemas permitía numerar los años solares. Las fechas, establecidas según la técnica del tonalpohualli se repetían pasados 52 años. Este período equivalía a nuestro siglo y su final provocaba una gran inquietud, pues la cultura azteca pensaban que la desaparición del mundo sucedería al final de un ciclo de 52 años.
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